CAPÍTULO SEGUNDO.- Sistemas Médicos

Nos quejamos los médicos constantemente, de que la medicina venga a ser empirismo o una rutina continuada a través de los tiempos y no menos, de que los productos farmacéuticos sean tan numerosos que la memoria no puede retener tanta rara denominación. A este respecto, podemos citar una obra que poseemos de 1460 páginas en dos tomos titulada “Manual Técnico de Farmacia”, cuyo libro está cuajado de fórmulas diversas. ¡Pobre el estudiante que esté obligado a recordar tanta medicación y pobre del enfermo que haya de aceptar tan variado número de drogas!...

Pero así es en efecto. La Ciencia Médica, sobre la que han arrojado sus sátiras desde Moliere hasta Bernard Shaw, es hoy el porvenir de muchos hombres que se han estrechado en los bancos de las Facultades y que se llaman Doctores, aunque, finalmente, no sean doctos en aquello que profesan.

Esta inestabilidad o base anticientífica de la Medicina, fue la que hizo salir a Hahnemann con su Homeopatía, cuyo sistema es aún peor si nos atenemos a la variedad de remedios que abarca. Pero esto sucedió, hasta que vino un reformador homeopático llamado Schüssler, que redujo toda esa irrisoria farmacopea a sólo doce remedios simples. En Alemania, no queda un pueblo en la actualidad, que no disponga de una Sociedad de Bioquimistas – así se llaman los de Schüssler – cuyos partidarios, con ciego fanatismo, se pasan de límite calificando de criminales a ambas escuelas, la Homeopática y la Alopática.

¡Fuera todo remedio!, gritan los Naturistas. Y los prosélitos de Kuhne se acomodan sobre un recipiente para frotarse con agua sus partes sexuales aguardando, por este medio, que los elementos morbosos sean expulsados. [1]

Los Herbolarios que propagan constantemente la virtud de ciertas Plantas, merecen compasión. Creen que Dios no tuvo otro objeto que el de hacer brotar ese semillero de vegetales curativos para combatir las mismas enfermedades que él había creado. ¡Infantil distracción para un Dios dentro de la magna obra de la Naturaleza!...

Sin embargo, todos estos sistemas tienen su principio tradicional, sus siglos de aplicación y si bien la Humanidad se sigue muriendo, cada uno de ellos puede contar con éxitos propios. Pero cabe preguntar: ¿Curan los enfermos a pesar de, en contra de o mediante los distintos remedios, aplicaciones y sistemas? Muy difícil sería la respuesta y más aún comprobarlo. Por eso nosotros hemos de deslizarnos por otros senderos bien distintos, para aducir pruebas de lógica irrefutable a favor de nuestro sistema, ya que lo que se expone en este Libro, es Un nuevo sistema de curación.

Dejando a un lado la diversidad de medicamentos alopáticos, es lo cierto que su aplicación se dirige expresamente a producir efectos sobre un cuerpo fisiológico al que trata de medicinar creyendo conseguir resultados definitivos. Pero esta limitación, se la da la misma Ciencia Escolástica, que no ha llegado a admitir todavía la existencia de un cuerpo astral, ni de las fuerzas psíquicas y mentales, ni aun la influencia en nosotros de los demás astros. Necios y mal orientados, nos llaman a aquellos que nos dedicamos a estas investigaciones como si nuestros estudios fueran anticientíficos...

Ya los Hemeópatas admiten, en principio, un cuerpo o entidad energética, fluídica, nerviosa, por medio de la cual han de actuar sus pequeñas dosis. De este modo, se vienen acercando a nosotros, como ya lo intenta poco a poco la escuela alopática con su moderno Psicoanálisis.

Los Naturistas aceptan una fuerza vital propia del organismo humano sobre la que radica toda su base médica, que no explican ni difieren, aunque la consideren ya como mecánica, ya como fluídica o puramente inexplicable...

Los Herbolarios, son los más empíricos... Les basta conocer que una hierba conserva propiedades curativas, para suponer ya, por esta sola razón, que puede ser aplicada con éxito a una persona u otra...

En cambio, los homeópatas bioquimistas, afirman que sus doce remedios son de la misma especie que los componentes de la sangre y como la enfermedad no es más que desarmonía o desequilibrio dentro de la misma sangre por defecto o exceso de algunas de esas substancias, basta para curar, nivelar al enfermo, colocándole en justo equilibrio. Estos remedios son: Fosfato de hierro, Magnesia fosfórica, Calcárea fosfórica, Natrón fosfórico, Potasa fosfórica, Cloruro de sodio, Cloruro de Potasio, Sulfato de sosa, Sulfato de Potasio, Calcárea sulfúrica, Calcárea fluórica y la Sílice.

Ya en este sistema, existe base científica y contundente. Por eso Bier, el célebre médico alemán, tuvo sus razones para abandonar la Alopatía trasladándose a la escuela homeopática. Sin embargo, podemos observar, que los doce remedios bioquimistas están repetidos y que con un número menos, con una síntesis de muchos de ellos, podemos obtener los mismos favorables resultados.

Pero, si bien es verdad que la sangre es uno de los componentes de nuestro organismo, no es menos cierto que disponemos también de huesos y tejidos y aún si analizamos un cuerpo material, observamos la presencia de ciertos y determinados metales como son el hierro, el oro, la plata, el cobre, el zinc y el plomo, en todas partes que juegan un papel demasiado importante en nuestra fisiología.

Hay que tener muy en cuenta, que el Hombre no es un ser aislado, sino que está en conexión con el Cosmos infinito y así lo han demostrado nuestras experiencias al dar a conocer la forma de actuar la Luna sobre la plata durante el pasado eclipse. De igual modo – vamos a repetirlo- todos los demás planetas, principalmente los siete que tenemos más cercanos, ejercen una acción marcada sobre todas las substancias minerales fisiológicas de que disponemos.

Pero se ha comprobado que los planetas no ejercen gran influencia sobre los metales sólidos, pues en ese instante de solidez, están sujetos a las Leyes terrestres y sólo una vez diluidos o pasados al estado líquido, es cuando reciben la acción planetaria, sobre todo del Sol que es genuinamente la Vida.

Oíd, pues, Naturistas. Decís que os interesa la Fuerza Vital que bulle en nuestra fisiología, pero aceptad que esa fuerza dimana del Sol, donde la vida radica exclusivamente. De este modo la lógica, la razón que os asiste, está de acuerdo con nuestros principios en este punto.

Alópatas, decís, que son los componentes químicos sobre los que pretendéis ejercer vuestra acción y ello es tan razonable, que también disponéis de nuestro asentimiento. Pero observad que esas materias vivas del organismo, no ejercen acción alguna empujadas por sustancias muertas.

Homeópatas, decís también, que hay una energía en el organismo que animada por vuestras pequeñas dosis, se pone en acción actuando – aceptado -, pero tened en cuenta, asimismo, que sólo tienen esta propiedad aquellas que se apliquen de acuerdo con el axioma: Similia Similibus Curantur y esto sólo puede ser posible dentro de los siete metales animados por los planetas...

En capítulos siguientes, haremos la exposición básica de nuestro sistema, donde podrá observarse que tomamos lo bueno de todos y donde la lógica está a su favor y con las experiencias que hemos de citar, mediante las Plantas, podemos probar que no es dudoso conseguir con ello un método exacto de experimentación.

Los antiguos iniciados practicaron nuestro sistema y sus Reyes – Sacerdotes dieron nombre a muchas Plantas con propiedades verdaderamente curativas que ya habían sido conocidas en todos los tiempos. Estas mismas Plantas, brotan hoy generalmente en todos los países y son las mismas que nos sirven de alimentación.

Debemos rendir pleito homenaje la cirugía. La ciencia de los cirujanos ha adelantado en los últimos años de una manera estupenda, yo mismo he sido cirujano y he podido ayudar en la guerra en España y he quedado convencido de que los biólogos nunca deben rechazar la ayuda del hábil cirujano, cuando ellos mismos no tengan la habilidad técnica para operar. No tratamos, pues, de curar nunca con plantas un mal que requiere una operación, pero en la medicina interna nuestros estudios merecen atención.

Hay plantas de las que se usa la raíz, de otras el tallo, las hojas o las flores, pero donde encontramos resumidos todos los poderes medicamentosos es en los aceites etéreos, en el perfume que exhala de las flores. La ciencia de curar por medio de olores es algo moderno, algo realmente grandioso y recomendamos al lector que tan pronto haya leído este libro se haga del otro que se llama Del Incienso a la Omoterapia. Este libro se amalgama con el presente: uno complementa al otro.

Intro | Capítulo: I | II | III | IV | V | VI | VII | VIII | IX | X | XI | Algarrobo | Áloe | Apio | Beleño | Café | Ajo | Farigola | Apio | Cebolla | Vid | Mandrágora | Muérdago | Miel | Naranjo | Nogal y Avellano | Conclusión | Descarga: Word | Texto | Pdf | Zip |